Canción veraniega

Por mucho que se empeñen los políticos, cuando doblemos el mes de julio la triste canción de Bárcenas será sustituida por la alegre del chiringuito. Y si alguno se descuida, por aquella otra que cerraba discotecas de madrugada con el «mami, qué será lo que tiene el negro». El curso ha sido largo e intenso y sus señorías no son diferentes al resto del mundo a la hora de buscar el olor a mar. Será una tregua porque en septiembre volveremos a donde lo hemos dejado. Pasa siempre cada verano con cada canción.

Retomaremos el caso Bárcenas quién sabe si con más sorpresas desde Soto del Real. Quién sabe si con el presidente convenciendo a la alborotada ciudadanía o creando dudas sobre una financiación presuntamente ilegal de nueve millones de euros en 20 años en donaciones de empresas privadas que tiene más de cuestión ética y estética que de delito. Pero en política las formas son tan importantes como el fondo, aunque en España no sea uso y costumbre. Y si alguien ha pasado la línea roja, tendrá que aguantar su vela, incluso plegarla. El juez Ruz estudiará minuciosamente su caso sabiendo que hay muchas cosas en juego más allá de los dineros en Suiza.

Desde Andalucía nos volverá a cubrir la ola de los ERE falsos. Mil millones de euros de dinero público destinado a los parados y repartidos entre amigos, militantes y simpatizantes del PSOE. Una orgía de billetes perdidos por falta de vigilancia, dicen desde la Junta, un simple descuido sin mayor trascendencia. No opina lo mismo la juez Alaya, que ve un entramado desde la Administración para burlar controles legales y repartir ese dinero como certificados de buena conducta y pago a los servicios prestados por el régimen.

Y no cuela que los políticos de derechas sean golfos, malos y mentirosos y los de la izquierda buenos, honestos y solidarios. No es un accidente en la historia de España que la derecha gane las elecciones por mayoría absoluta y haga y deshaga sin el consentimiento de la izquierda. Ése es el juego de la política donde pierde la derecha. Pero cuidado porque la juez Alaya y el juez Ruz no están jugando.